Tuesday, May 19, 2009

Nobody's listening. Nobody's watching. Nobody's reading.



Este fin de semana pintaba de subidón.
Aghi llegaba -finalmente- de Venezuela y nuestro propósito más inmediato era patear Barcelona para que ella conociera ese evento tan modernillo y tendencioso que es La Noche de los Museos. El asunto es que todas mis expectativas se trastocaron por una gripe que subía poco a poco los decibeles, de estornudo a tos, de tos a dolor de garganta. Total que me pasé medio fin de semana en el sofá, dando aullidos lastimeros de perrito, arropada hasta el cuello con una manta de TAP Airlines y con los dientes haciendo claqueti-clac.

Si cuento esto no es para que me pasen la manito y me digan pobrecita, sino porque aproveché la peste para ver un par de pelis que había visto hace mucho y que valía la pena recuperar. La primera, premeditadamente, fue Dead Man, de Jim Jarmusch (1995). A la segunda le dedicaré otro espacio aparte.

Dead Man es un western onírico filmado en blanco y negro, en el que encontramos a un Johnny Depp que, como un desgarbado Capitán Willard se interna en el corazón de las tinieblas, con sus últimos ahorros, dejando atrás a sus padres muertos y a una novia desdeñosa, con una carta de trabajo en la mano firmada por un tal Dickinson. Su destino está al final de una línea de tren, en un pueblo que tiene el tino de llamarse Machine. Al llegar no sólo encuentra que su puesto de trabajo lo ha tomado otro, sino que Dickinson, el Coronel Kurtz local, le amenaza con matarle si insiste en sus propósitos. William Blake -que así se llama nuestro personaje- se va cabizbajo, con una maleta en mano, a deambular por la sordidez de las calles de Machine.

Pero quiere el destino que nuestro infortunado protagonista se enrede en un juego superior a su propia pequeñez. Se lía con una prostituta y accidentalmente mata al hijo de Dickinson. Herido de bala, roba un caballo y se interna en el bosque. Es hombre muerto.

Una peregrinación muy lisérgica continua, alimentada por la persecución continua de tres asesinos que han sido contratados para matarle. Su guía espiritual por el camino de la redención es un indio llamado Nobody que es una especie de voz-fantasma. El ilustrado Nobody, educado con los clásicos en Inglaterra, confunde a este Blake con William Blake, el poeta, uno de los mayores genios artísticos que -dicen- ha dado Inglaterra.

Yo la verdad sabía poco o nada de William Blake, pero disfruté mucho viendo cómo en el escenario inesperado de un Western se juntaba esa atmósfera tan de sueño, tan de la imaginación libre, tan de John Keats o Lord Byron. Escuchar lo que luego supe eran los Proverbios del Infierno de la boca de un rechoncho indio americano que comía peyote y lo definía como food of great spirit fue, cuando menos, reconfortante. No podría decir por qué.

En su descenso a los infiernos, este hombre que aún no sabe que ha muerto decide hacerse con la poesía del otro, pero la convierte en otra clase de actividad creadora: el acto de la muerte. Are you William Blake? Yes I am. Do you know my poetry?, pregunta antes de llenar de poesía y plomo al que quería cobrar su recompensa. Le queda poco. Blake comprende el valor del intercambio, del trueque y la transformación antes de terminar su vida plácidamente, mientras ve morir a su perseguidor y al iniciático Nobody, en una canoa suspendida en una especie de Mystic River que, eventualmente, lo llevará al mar.

Para darle el toque final a esto, los Proverbios del Infierno de Blake. Seguro que en boca de Nobody se veían mejor que aquí en Times New Roman, pero hacen un fantástico final. My lonely friend, the end.

Proverbios del infierno

En tiempos de siembra aprende, en tiempos de cosecha enseña
y en el invierno goza.

Conduce tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos.

La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría.

La prudencia es una fea y rica solterona cortejada por la incapacidad.

Quien desea y no actúa engendra la plaga.

El gusano perdona al arado que lo corta.

Sumergid en el río a quien ama el agua.

El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio.

Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca será estrella.

La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo.

A la atareada abeja no le queda tiempo para la pena.

Las horas de la locura las mide el reloj,
pero ningún reloj puede medir las horas de la sabiduría.

Ningún alimento sano se atrapa con red ni trampa.

En años de escasez, usa número, peso y medida.

No hay pájaro que vuele demasiado alto si lo hace con sus propias alas.

Un cuerpo muerto no venga injurias.

El acto más sublime consiste en poner a otro delante de ti.

Si el necio persistiera en sus necedades llegaría a sabio.

La necedad es el atuendo de la bellaquería, la vergüenza es
el atuendo del orgullo.

Las prisiones se construyen con piedras de Ley; los burdeles
con ladrillos de religión.

La altivez del pavo real es la gloria de Dios.

La lujuria del chivo es la liberalidad de Dios.

La ira del león es la sabiduría de Dios.

La desnudez de la mujer es obra de Dios.

El exceso de pena ríe; el exceso de dicha llora.

El rugir de los leones, el aullido de los lobos, el oleaje furioso del mar huracanado
y la espada destructora, son porciones de la eternidad demasiado grandes
para que las aprecie el ojo humano.

El zorro condena a la trampa, no a sí mismo.

El júbilo impregna; las penas engendran.

Dejad que el hombre vista la melena del león y la mujer el vellón de la oveja.

El ave un nido, la araña una tela, el hombre la amistad.

El egoísta y sonriente necio y el necio que frunce malhumorado el ceño han de considerarse sabios, y podrían ser medidos con la misma vara.

Lo que hoy está probado, en su momento era sólo algo imaginado.

La rata, el ratón, el zorro y el conejo vigilan las raíces; el león, el tigre, el caballo
y el elefante vigilan los frutos.

La cisterna contiene; el manantial rebosa.

Un pensamiento llena la inmensidad.

Si estás siempre listo a expresar tu opinión, el vil te evitará.

Todo lo que es creíble, es una imagen de la verdad.

Nunca el águila malgastó tanto su tiempo como cuando se propuso aprender del cuervo.

El zorro se provee a si mismo; pero Dios provee al león.

Piensa por la mañana, actúa a mediodía, come al anochecer y duerme por la noche.

Quien ha sufrido tus imposiciones, te conoce.

Así como el arado sigue a las palabras, Dios recompensa las plegarias.

Los tigres de la ira son más razonables que los caballos de la instrucción.

Del agua estancada espera veneno.

Nunca sabrás lo que es suficiente a menos que sepas lo que es más que suficiente.

¡Escucha los reproches de los tontos! ¡Forman un título real!

Los ojos del fuego, las narices del aire, la boca del agua las barbas de la tierra.

El débil en coraje es fuerte en astucia.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer, tal como el león no
interroga al caballo sobre cómo atrapar la presa.

Quien recibe agradecido da copiosas cosechas.

Si otros no hubiesen sido tontos, lo seríamos nosotros.

El alma rebosante de dulce deleite jamás será profanada.

Cuando ves un águila, ves una porción de Genio: ¡Alza la cabeza!

Tal como la oruga elige las hojas mejores para depositar en ellas sus huevos,
el sacerdote lanza sus imprecaciones para los más dulces goces.

Crear una florecilla es labor de siglos.

La condena estimula, la bendición relaja.

El mejor vino es el más añejo; la mejor agua, la más nueva.

¡Las plegarias no aran! ¡Los elogios no cosechan!

Las alegrías no ríen. Las tristezas no lloran.

La cabeza lo Sublime; el corazón, lo patético; los genitales, la Belleza;
manos y pies la Proporción.

Como el aire al pájaro o el agua al pez, así es el desprecio para el despreciable.

El cuervo quisiera que todo fuese negro; el búho, que todo fuese blanco.

La exuberancia es belleza.

Si el león recibiese consejos del zorro, sería astuto.

El perfeccionamiento traza caminos rectos; pero los torcidos y sin perfeccionar son los caminos del Genio.

Mejor matar a un niño en su cuna que alimentar deseos que no se llevan a la práctica.

Donde no está el hombre, la naturaleza es estéril.

La verdad nunca puede decirse de modo que sea comprendida sin ser creída.

¡Suficiente! o demasiado.

2 comments:

Alicia C Pérez E said...

"Quien desea y no actúa engendra la plaga"... cake in the face!

Chuchi said...

Jajajajajajaja no es fantástico?