Wednesday, May 13, 2009

Urgente Necesidad de Socorro




Quienes lo conocen saben que todas las desgracias humanas son culpa de Jesús Ernesto Parra. Por eso no pude dejar de sentir horror cuando me encargó que escribiera sobre Corín Tellado, la reina indiscutible del folletín rosa, que murió hace poco más de un mes.

Este texto forma parte de La Vida en Rosa, un homenaje en tres actos que le dedica 2021 Pura Ficción, el blog que regenta el antes mencionado personaje, a la memoria de Corín. La empresa no se hace responsable.

1 “Recibí un mail de ruptura y no supe qué responder"
, cuenta Sophie Calle, artista plástica, escritora y demás. Al final del mensaje y después de una fría disertación, el ahora ex amante se despedía de ella con una recomendación transparente y terrorífica: Prenez soin de vous. O lo que es lo mismo, Cuídese. Dice la misma Calle que esa frase la dejó muda, que se sintió como si esa carta y esas palabras no le estuviesen destinadas. Pero no tiró platos ni se bajó canciones de La Lupe ni de Jorge Negrete, qué va -que para eso una es artista conceptual, fotógrafa y moderna- pero sí hizo lo que muchas de nosotras haríamos: llamó a las amigas. Y por eso, en un intento de exprimir el texto, de diseccionarlo, de extraer el significado concentrado en esas palabras, le pidió a 107 mujeres que cogieran la frase, que la pintaran, la jugaran, la vivieran, que la bailaran. El resultado de ese experimento se llama, precisamente, Prenez soin de vous, ha recorrido galerías y museos en formato instalación y ahora también puede consultarse en la calidez del hogar, al resguardo de miradas indiscretas, en formato libro. 82 euros en su librería más cercana.

2 “Alguien tenía que hacer las historias de amor”, dijo alguna vez Corín Tellado, en una declaración recogida por la nota necrológica que le dedicó hace un mes El País. Exilada por los escritores serios, leída por miles y miles, epítome de una producción de novelas-como-churros que cuando menos da envidia, Corín es la autora más leída en castellano después de Cervantes según la UNESCO, la verdad es que la vida de esta señora tiene mucho de gris y poco de folletín. Sus novelas, lectura obligada de peluquerías y demás cotos femeninos y mujeriles, sea en formato libro o a través del Tupperware Vanidades, ilustraron las fantasías animadas de más de una generación. Mis dos abuelas, mujeres distintísimas y con experiencias vitales casi opuestas, no se perdían ni una de sus historias. Yo, la verdad, las leí poco. Las encontraba demasiado sugerentes y poco pornográficas, quizá porque soy hija de la tele y de la era de lo instantáneo. Lo cierto es que Corín, toreando la censura, aprendió a encender las mentes de las amas de casa sin decir jamás bragas, sujetador o calzoncillos. Todo un arte a punta de batines de seda, pero prescindiendo de los parajes exóticos, de las islas del Caribe o del Lejano Oriente. Sus personajes comen y viven en el día a día que nos toca a todos, no son odaliscas sino secretarias, sus aventuras no tienen que ver con envenenamientos o intrigas, sino con hombres casados o amantes que titilan.

María del Socorro Tellado López empezó a escribir así, un día, como quien no quiere la cosa, por puro pique con un hermano que había escrito una novela. A los 19 años publicó su primera obra, que con o sin ironía tituló Atrevida Apuesta, y que representó el principio de una larga carrera contra el tiempo, de lo que quizá sea un intento de dar un poco de significado a un mundo donde “la ley la han hecho los hombres”, como comentaba en una entrevista. No sé si podemos decir que Corín fue lo que llamaríamos una feminista en toda regla, pero sí que sus heroínas lograron conducir, divorciarse y abortar antes que sus colegas de la vida real. Nada mal para una admiradora del Opus Dei.

3 “No es que lo cursi sea malo, es que la gente le tiene miedo”, le confió cándidamente a Boris Izaguirre, el culebrero criollo por excelencia, en una entrevista de radio. Un miedo que, definitivamente, Corín no compartió. Lo cierto es que esta militante de lo femenino, del mundo secreto de las hormonas y de lo que genéricamente podemos llamar cursi se enlazó antes de cumplir la veintena en una batalla secreta contra el tiempo de la que sólo se libró cuando le cayó la muerte encima, poco antes de cumplir los 82 años, y que no interrumpió ni siquiera cuando se vio obligada a hacerse sesiones de diálisis varias veces a la semana, ni cuando se iba a de vacaciones. “Dejaré de escribir cuando me caiga la cabeza sobre la máquina. Yo no me rindo”. Pero, ¿Rendirse ante qué? ¿Ante las circunstancias? ¿Frente a la idea de la imposibilidad del amor?

A mí se me da muy mal la ficción, será porque tengo el mal hábito de creer en la realidad. Quizá a Corín Tellado le pasó exactamente lo contrario: perdió la costumbre de creer en una realidad, la suya, de mujer mal casada sin amor, con dos hijos, en una ciudad de provincias. Pero finalmente, Corín fue la amiga secreta de muchas mujeres que, como mis abuelas, no tenían a nadie con quien hablar de sus fantasías más íntimas y secretas, se convirtió en un vehículo de lo incomunicable, en un traductor de ese modelo caduco que todas, hasta hoy, asimilamos desde que nos ponen una muñeca en los brazos y nos hacen jugar a la mamá, cochecito en mano. En una época en la que cada quien se hacía cargo de sus propios líos porque, como me dijo una vez mi abuela, eso de ir al psicólogo y echarle la culpa de todo a los padres es ridiculez y facilismo, Socorro creó una fauna de hombres buenos de papel que llevan flores, que se hacen cargo de sus actos y que siempre, siempre, siempre proponen matrimonio. Ante el desengaño amoroso, Corín construye una cerca para mantener fuera a los demonios: Si no le han cuidado, no se preocupe, que ya yo me ocuparé. Fin de la historia.

4 “He sacrificado mi vida a la literatura. Me hice daño a mí misma”. En su frenético conteo de historias y tramas, Corín Tellado se olvidó de cuidarse de sí misma. Parece trágico, parece ridículo, pero el amor, y más aún, las cartas de amor, siempre lo son, ya lo dice Vila-Matas citando a Pessoa. Precisamente dice el catalán al escribir sobre la obra de Calle, “el amor (…) no tiene por qué ser necesariamente un asunto personal”.

Corín Tellado lo convirtió, efectivamente, en un espacio de todos. Sus novelas fueron algo así como un manual de uso para corazones rotos, en un Love for dummies. Ya cantaba George Brassens que no hay amor feliz, y ante ese bicho, ante ese trasto, lo que le quedó a Corín es socorrernos, preservarnos en un estado de semiinocencia edénica, para que no tuviéramos que pasar por el estupor de Sophie Calle, para que el mundo de las relaciones de pareja fuese más fácil, más digerible, como una sopita.

Sophie Calle pudo hacer en público lo que Corín hizo en privado, escribiendo historias calentonas con una manta sobre las piernas y tomando chocolate. Pudo pedirle a 107 amigas que comprendieran por ella, que le explicaran. Hacer su miseria pública, contrastarla con la realidad. Tomarse el tiempo de romper, de comprender. Cuidarse a sí misma, vamos.

A estas alturas, quizá sea muy tarde, pero esta carta termina igual, sin crueldad de por medio, sin que tanta cosa irrenunciable haya sucedido:
Cuídese, Corín, donde quiera que esté. Las historias –las de amor– le absolverán.

2 comments:

Tu gordo favorito said...

Me encantó allá y me encantó aquí, mi gordita de mirada inteligente. Te quiero.

Chuchi said...

:)

Te quiero, putabruta!